¿Nubes o libro?

Eso fue entre lo que tuve que elegir este viernes cuando regresaba a casa, después de la jornada laboral. Elegir entre las interesantes páginas del libro que tengo entre manos o el increíble cielo que iba persiguiéndome pletórico de nubes. Elegí el cielo único e irrepetible, el libro podía esperar, mayor placer alargar sus páginas hasta el lunes de regreso. La Castellana estaba más hermosa que nunca bajo esas nubes que decoraban su alargado cielo. Fotografié una y otra vez, con el móvil, probablemente convencida de la imposibilidad de mis descripciones. Nubes mammatus respondió Adolfo en cuanto compartí la foto. Como mamas. Las nubes son siempre un espectáculo fascinante, parecen aportar su particular historia. Son la parte de abajo, la capa que forra el cielo, y por tanto, puede intuirse lo que está sucediendo al otro lado. Pero allá la realidad es tan distinta, que se escapa como los sueños cuando quiero contarla. En fin, incapaz de adjetivar intento inventar.
El martes hice una escapada. Con la sensación de que era la última escapada, después de la cuenta atrás iniciada el lunes con la convocatoria de la oposición. Dude, me mordí el labio, imprimí las entradas y llamé a Arantza a ver si me acompañaba. Una cosa más en la vida de la que no arrepentirse. El título era "Grandes damas de la ciencia ficción" (#DamasCiFi). Y fue realmente grande, esas conferencias inolvidables, estupenda la moderadora, el traductor simultáneo, y ellas. La maravilla de internet es que ya está disponible en la red: aquí. La oportunidad de una relectura. Luego fuimos a cenar a una terraza de Pintor Rosales. Atardecer.
Y el jueves 30 de julio era el otro aniversario, el anunciado cierre de paréntesis del mes. Me acerqué al ahuehuete, por nada, porque sí, porque Alejandro anda más por acá que por allá. Me gusta ese pequeño gesto.

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